La crisis de la ética, de la coherencia y de los valores en el siglo XXI
Mapache
Estudiar cada concepto, valor y principio que se menciona en este escrito
La familia es el más importante vínculo entre los seres vivos, incluso los vegetales y como familias los seres humanos hicieron sus primeras alianzas en la prehistoria, desde la caverna, desde el homo sapiens
La desnuclearización de la familia en el siglo XXI hace parte de las incoherencias que están siendo inculcadas, incluso en las escuelas. Mujeres contra padres, hijos contra padres y se ha extendido con la promoción de las conductas de género que autorizan autodefinirse como mujer a quien nació hombre y viceversa y del respeto al libre albedrío de los demás, se pasó a promocionar en el aula la conducta gay, homosexual, binario, fluido, lesbiana o trans.
Son conductas cada vez más inobjetables. Basta una denuncia para castigar al médico que se niega a practicar un aborto y al notario que rechaza celebrar un matrimonio entre parejas del mismo sexo, por violar el fuero personal y transgredir la ley.
Mandamos nuestros hijos al colegio y nos los devuelven adoctrinados y no enseñados
en vez de enseñarles, les adoctrinan, inoculándoles teorías políticas de izquierda o derecha antes que los saberes que fueron a aprender y les fabrican enemigos y les demonizan figuras públicas que son enemigos de quienes tienen el poder de ingresar al aula a “enseñar”
En casi todos los países latinoamericanos se profesa una reciente ola de benevolencia con los narcóticos, con la cocaína, la heroína y los delincuentes a quienes el pueblo elige en las más altas oposiciones del Estado.
La desnuclearización de la familia es el principio y el final de la civilización.
Por todas partes hace carrera la polarización que incendia odios y enfrenta a hombres contra mujeres, a mujeres contra mujeres, a negros contra campesinos e indígenas, a ricos y pobres a evangélicos contra católicos y a los integrantes de un partido contra los integrantes del partido opuesto, trasladando al plano personal las confrontaciones políticas.
El lavado de cerebro en el aula, en los medios de comunicación y particularmente en las redes, donde todos estamos vigilados, afecta a niños adolescentes y personas maduras, en su forma de pensar, de vestir, de responder. La disciplina se perdió e impera el juega vivo, el abusar de la confianza, el irrespetar, el arremeter contra la historia, contra lo viejo, contra lo arcaico.
Este no es nuestro mundo. Así no crecimos.
Se nos inculcaron ideales, metas con ética y valores, con respeto a los demás, entendiendo que nuestro derecho termina donde comienza el derecho del otro
El pacto social le dio paso al Estado de derecho, al gobierno elegido democráticamente al cual se le otorgaron las facultades de defender a todos sus asociados, a nosotros mismos y se le concedió el monopolio de la fuerza, de la ley de la justicia y de las armas. Pero hoy no hay autoridad que se respete.
Feministas a ultranza contra el amor que es una construcción social, dicen, igual que el matrimonio es un instrumento de opresión, aunque la mujer no se da cuenta y lo cohonesta.
Jóvenes que arremeten contra los monumentos y las estatuas de los descubridores, de los próceres y rompiendo el equipamiento urbano para protestar por los crímenes cometidos por los conquistadores hace quinientos años.
Nos quitaron el sentido de pertenencia, para vendernos igualdades sin trabajar. Para mantener a los pobres en su pobreza.
Ya no hay educación basada en principios y valores.
El adoctrinamiento político en el aula está invadiendo la mentalidad de las nuevas generaciones, a quienes se les enseña una historia distorsionada del país, a su acomodo, como parte de la estrategia de combinación de todas las formas de lucha para alcanzar el poder.
La práctica es usada como un caballo de Troya desde que platón habló de la escuela para formar los ciudadanos y en ella se inculcaron saberes ciudadanos, derechos y deberes, como ahora se enseña el odio y se subliman criminales como si fueran héroes.
Decía Goebbels, lugarteniente de Hitler, que una mentira mil veces repetida se vuelve verdad y esa práctica lavó el cerebro de estudiantes que hoy son arquitectos, ingenieros, médicos y en especial jueces y docentes que replican y aplican el odio que se les enseña.
La gente confunde decencia con debilidad y el nuevo lenguaje es destruir, quemar, acabar. Moralmente acaban a las personas, las destruyen. Esto no significa ocultar las verdades, los problemas, lo que existe. No puede ser posible que la campaña caiga tan baja en este nivel.
El siglo XXI es el siglo de
la verdad la verdad de todos, la verdad de las mayorías la pos verdad la verdad a medias. Cada uno con su razón, por encima de los valores como el respeto por el Bien común,
la integridad,
la honradez,
la imparcialidad,
la justicia,
la transparencia,
el cuidar el entorno cultural y ecológico,
la generosidad,
la equidad,
la igualdad,
el respeto,
el liderazgo,
la legalidad,
la lealtad,
la no discriminación,
la igualdad de oportunidades,
la cooperación.
Se cuestiona ya en muchos países el derecho a la propiedad privada; Se acaba el Poder Judicial independiente; Se acaba todo límite al aborto.; Se acaba el ser humano como único titular de derechos.
El engaño de la semántica convirtió la inclusión en el más excluyente de los conceptos, porque la justifica.
El racismo y la xenofobia se han vuelto a poner sobre la mesa, al igual que la desconfianza, el interés personal y la insolidaridad, haciendo más difícil la convivencia en un siglo tan brillante, de tantos adelantos tecnológicos y científicos, de la inteligencia artificial, de las comunicaciones, de la superación de barreras culturales.
Necesitamos de vuelta al hombre ético. No es incompatible con el hombre científico o tecnológico.
El hombre con valores y principios.
Un mundo sin valores, en el que impera el egoísmo, la incapacidad de crítica, una visión económica fundamentalista, el desprecio del intelectual.
El hombre se hunde en la crisis, que no es solo suya, tampoco de la minoría, es una crisis de todos, debemos entenderla oponerle principios intelectuales y morales, con un talante solidario pues requiere del esfuerzo de todos.
El Concilio Vaticano II (1968) (celebrado por iniciativa del papado de Juan XXIII entre 1958-1963) también abordó el grave problema de la crisis de nuestros valores, la manipulación de las masas es continua, bien mediante los medios de comunicación o con las enormes posibilidades que ofrece Internet. Se trata de un dominio que no viene “impuesto con bayonetas” sino camuflado en forma de cultura, hábito inconsciente,
consumismo agresivo, falso prestigio social, por lo que luchar contra él es sumamente complejo y requiere nuestra máxima atención y capacidad.
Tendencia a sobreestimar lo sensual, irracional y emocional; alimentada por los medios de comunicación y consiguiendo ciudadanos manipulables, sin capacidad crítica ni de reflexión. Fenómeno preocupante es la expansión de los estados y el retroceso del Estado del Bienestar, en busca de economías de escala, pero en absoluto del desarrollo pleno de los ciudadanos. Cabe destacar también el envejecimiento paulatino de la población que, en parte, es reflejo de sociedades egoístas, acomodaticias y poco solidarias.
El hombre de nuestro tiempo se siente libre pero actúa compulsivamente según los dictados de la cultura impuesta; busca la felicidad pero encuentra el placer físico; se considera solidario, pero no es más que apático, indiferente, egoísta, en defensa de una comodidad
El dinero sustituye los valores como valor supremo que obliga a la competencia desmesurada, cruel y deshumanizada. Tal y como describe Ortega y Gasset (2008), el hombre-masa, es un individuo que ante todo conoce su imperfección y lucha por imponerla, se rebela ante toda autoridad moral y solo admira el hedonismo. Escapa de toda posición individualizada, que no le traería más que complicaciones y esfuerzos, incluso sin conocer los proyectos de esta o compartirlos
M. Horkkheimer (1986) proclama la necesidad de escuchar al imperativo moral que nos exhorta a la solidaridad, al desarrollo compartido, a la necesidad de que las crisis las soporte el más poderoso.
Formar personas
En nuestros jóvenes la ausencia de ideales políticos, morales y de valores en general es evidente, casi siempre apartados por la comodidad, el desinterés y el egoísmo. Con este preámbulo (expuesto a lo largo del artículo) la tarea del docente parece abocada al fracaso pero debemos ser ambiciosos e idealistas. Es nuestra obligación transmitir conocimientos, pero también provocar la toma de conciencia de la importancia de los valores, la capacidad crítica, actitudes de solidaridad, de ayuda mutua y de justicia.
En definitiva, no se trata de formar tan solo buenos profesionales sino hombres y mujeres completos, plenos de conocimientos pero también de actitudes, hábitos y valores que supone la aparición de ese hombre desarrollado, y por tanto libre, autónomo y realizado. Es tarea de la escuela la educación global, la enseñanza de valores y de contenidos intelectuales.
Aparece así un reto para el educador (a): ¿vale la pena educar en valores? Siete factores influyen en el reto para superar la crisis valorativa:
1. El debilitamiento de las instituciones formativas
2. El desmoronamiento de muchos valores tradicionales
3. La influencia desorientadora de los medios de comunicación
4. La discrepancia entre el progreso técnico y el mejoramiento ético
5. La insuficiencia del pragmatismo y el utilitarismo liberal
6. La incertidumbre frente al rumbo de las acciones o el sentido de la vida 7. El relativismo connatural al postmodernismo